La Temporada 2026, denominada Identidad, de la Orquesta Filarmónica de Medellín explora una pregunta esencial: ¿quiénes somos y cómo nos reconocemos en medio de la diversidad? A través de la música, la literatura, las artes visuales y la danza, Identidad propone un viaje por las múltiples formas en que el arte refleja, transforma y amplifica nuestra esencia colectiva.
Cada concierto ofrecerá un rasgo distinto sobre esa búsqueda: desde una obra inspirada en Débora Arango hasta una reinterpretación de Petrushka de Stravinsky ambientada en Rayuela de Cortázar, y una creación dedicada a la identidad de los migrantes como cierre de temporada.
Más que una programación, Identidad es un movimiento continuo: un espacio donde las fronteras se disuelven y la música se convierte en lenguaje común. Una temporada que entiende la identidad no como un límite, sino como un punto de encuentro; una celebración de lo que nos une a través del sonido.
Identidad: una declaración de pertenencia
La música, como la cultura, no solo se escucha: también nos construye. Cada compás revela algo de lo que somos, y cada interpretación nos devuelve una imagen posible de nosotros mismos.
“Durante años, en la Orquesta Filarmónica de Medellín hemos apoyado y visibilizado el talento latinoamericano”, afirma María Catalina Prieto, directora ejecutiva de Filarmed. Su declaración es el resultado de un proceso que la orquesta ha construido de forma sostenida y que, en 2026, se manifestará con mayor claridad.
Ese compromiso se traduce en una programación que impulsa obras por encargo, que da un lugar protagónico a directores y creadores y que profundiza el diálogo con las músicas de raíz. Pero la apuesta, señala Prieto, no se detiene ahí.
“Esa convicción hoy toma más fuerza: hemos decidido asumir con plena intención un rumbo profundamente latinoamericano”. En consonancia con esta visión, la programación integrará además las artes visuales, la danza y la literatura, y abrirá nuevos espacios para que artistas, escritores y jóvenes críticos —incluidos niños y adolescentes que recibirán formación para escribir sobre música— encuentren en la orquesta un lugar de acogida, reflexión y creación. Para Prieto, todo esto responde a un propósito mayor: la identidad.
“Nuestra identidad también está ahí; en ellos, en las nuevas generaciones, en la integridad de las artes, en las raíces de nuestras músicas; en todo lo que nos hace ser quienes somos”.

2025: el año de las primeras veces
El 2025 fue un año decisivo para nuestra Orquesta: una etapa de expansión, innovación y madurez artística. Filarmed vivió “primeras veces” que marcaron su historia y reafirmar su vocación de conectar territorios, públicos y lenguajes bajo una misma convicción: la música transforma.
- El nombramiento de Ana María Patiño Osorio como directora titular marca un hito histórico al convertirla en la primera mujer en liderar una orquesta profesional en Colombia, un paso decisivo para el panorama sinfónico del país.
- El nombramiento del chileno Paolo Bortolameolli como nuevo Artistic Partner, una figura que inaugura una relación artística de largo aliento y que, junto a la directora titular, acompañará a la Orquesta aportando continuidad, nuevos repertorios y una visión creativa que fortalecerá la proyección internacional de Filarmed.
- Temporada 2025: Raíces. Doce conciertos exaltaron el talento latinoamericano y exploraron cómo la memoria y la historia inspiran el presente sinfónico. La temporada reunió contrastes y emociones: la directora venezolana Glass Marcano condujo un viaje musical por América Latina y Europa; Henrik Schaefer presentó una versión completada de la Sinfonía inconclusa de Schubert; celebramos los 300 años de Las cuatro estaciones con una versión reimaginada, y hasta la Novena de Mahler, bajo la dirección de Paolo Bortolameolli, dejó huella en el corazón.
- Argentina: Primera gira internacional con orquesta completa. Filarmed debutó en el Teatro Colón y el Movistar Arena de Buenos Aires, así como en el Teatro El Círculo de Rosario, con más de 30.000 asistentes y estrenos de obras de compositores latinoamericanos.
- Urabá: una gira para celebrar siete años de la Alianza Filarmed–Comfama. Tres conciertos gratuitos en Nueva Colonia, Chigorodó y Turbo Mar, con más de 1.200 niños y jóvenes vinculados a procesos formativos. La experiencia fortaleció el modelo orquesta-escuela y consolidó la presencia cultural de Filarmed en la región.
- Sinfonía 95. En celebración del 95.º aniversario de la Repostería Astor, esta se unió a nuestra orquesta para crear Sinfonía 95, una edición especial de bombones inspirados en las notas musicales. El 5 % de las ventas fue destinado al fortalecimiento de los programas sociales de Filarmed.
- Primera Gala Filarmed. Al mejor estilo internacional, 60 invitados —entre ellos 40 procedentes del exterior— participaron en una cena benéfica que marcó el inicio de una nueva tradición anual de mecenazgo. El encuentro buscó fortalecer vínculos, visibilizar a Filarmed y abrir camino a futuras alianzas.
- Experiencias musicales que quedarán en el corazón. Un encuentro inolvidable con la banda No Te Va Gustar cerró la gira de sus 30 años con dos conciertos sold out. El ballet clásico cautivó con El lago de los cisnes, agotando entradas en horas. Y el universo de los cuentos de Hans Christian Andersen invitó a las familias a redescubrir la magia en nuestra franja Do Re Mingo Favorito.
- Cuando la música celebra el amor por Medellín. En la Temporada Cultura de Promotora Cultural, Filarmed fue protagonista con Botero Filarmónico, primera producción del Ballet Metropolitano con orquesta en vivo; un Tributo a los grandes de la salsa en dos noches de ritmo y nostalgia; y Compre la orquesta, un concierto lleno de humor, juegos y jingles ochenteros, donde hasta la tuba se animó a hacer bullying.
- Colombiamoda 2025. Filarmed llevó lo sinfónico a la pasarela al musicalizar Preludio Invisible, desfile de Punto Blanco, con 65 músicos en escena e Etherea, una obra original compuesta especialmente para la ocasión.
Una orquesta comprometida con la transformación social
- Sonidos que cuidan. En alianza con el Área Metropolitana, Filarmed desarrolló un programa de musicoterapia para fortalecer el bienestar emocional de niños y jóvenes en nueve instituciones educativas durante 10 semanas.
- Coro Reconciliación y Coro Juvenil. El Coro Reconciliación llevó su mensaje de paz a diversos escenarios culturales; el Coro Juvenil Filarmed, integrado por 30 jóvenes, participó en Hackea tu mente en Ruta N.
- Soy Músico. Programa de inclusión artística con 166 participantes, que culminó en la feria de emprendimientos de UIncluye, fortaleciendo la autonomía de personas con discapacidad.
- FILU y programas educativos. Más de 1.200 participantes en procesos de música y danza en 4 municipios y 5 corregimientos; 27 actividades artísticas y 192 estudiantes beneficiados en residencias pedagógicas.
- Expansión en Urabá. En alianza con Banafrut, Filarmed amplió su presencia a Nueva Colonia; 1.271 niños preinscritos y nuevas clases de danza fortalecieron la formación artística en la región.
Identidad: una mirada latinoamericana

Además de nuestra directora titular, Ana María Patiño Osorio, y de nuestro Artistic Partner, Paolo Bortolomeolli (Chile), contaremos con la presencia de directores invitados como Glass Marcano (Venezuela), Roger Díaz-Cajamarca (Colombia) y Carlos Miguel Prieto (México): batutas que encarnan una perspectiva continental en pleno movimiento.
La nueva temporada de Filarmed se sostiene sobre una premisa que, aunque evidente, pocas orquestas se atreven a asumir con coherencia: la música latinoamericana no es un gesto simbólico, sino un territorio estético vasto y profundamente vivo.
En este marco, la presencia de Carlos Miguel Prieto adquiere un peso particular. Considerado una de las batutas más influyentes del continente, Prieto ha defendido durante décadas la necesidad de que los directores latinoamericanos ocupen espacios de visibilidad internacional en igualdad de condiciones.
Prieto sostiene una convicción que hoy define la identidad de Filarmed: “Latinoamérica no es una periferia musical, es un laboratorio estético. En Latinoamérica está el futuro de la música sinfónica”. Desde esa idea se construye una programación que dialoga con las tensiones de nuestras sociedades —violencia, migración, cuerpo femenino, desigualdad, memoria— y que encuentra en obras como Revolución diamantina de Gabriela Ortiz, inspirada en las protestas feministas en México, no solo repertorio, sino también pensamiento.
El programa abre espacio también para la literatura: Cortázar entra como provocación y como puente entre disciplinas. Su espíritu lúdico y su obsesión por el azar resuenan en una propuesta que comprende la música no como un monumento estático, sino como un territorio en flujo.
En esa línea, la temporada se atreve a hablar de lo que incomoda: el feminicidio, las violencias invisibles, las migraciones, las fracturas de nuestras ciudades, el color y el caos que nos componen. Y lo hace no desde la denuncia publicitaria, sino desde la pregunta estética: ¿qué puede decir la música que las palabras ya no alcanzan?
Doce rasgos de Identidad: una temporada que propone conversación
“Identidad es más que una temporada; es una forma de pensar la música —explica Ana María Patiño-Osorio—. Es reconocer quiénes somos en este territorio sin dejar de conversar con el mundo. No buscamos parecernos a nadie: queremos construir un sonido nuestro, auténtico, que respire Medellín y al mismo tiempo dialogue con lo que está pasando afuera.”
Nombrada directora titular a partir de 2026, Patiño-Osorio se convierte en una de las pocas mujeres en el mundo en asumir este cargo en una orquesta profesional. Su llegada marca un hito para la vida cultural de Medellín y confirma la madurez de una agrupación que hoy conversa de igual a igual con el panorama sinfónico internacional, sin abandonar su raíz latinoamericana.
“Nuestro proyecto sonoro parte de una conciencia de lo que somos —afirma Patiño-Osorio—. Eso no significa cerrarnos, sino abrirnos al diálogo con lo que el mundo está viviendo. La identidad se transforma cuando se encuentra con otras.” La temporada se articula alrededor de doce rasgos de Identidad, cada uno concebido como un lente que propone una forma distinta de escuchar, interpretar y comprender la música. Son hilos que conectan obra, contexto y experiencia del oyente.
Así suena Identidad
Y la temporada inicia el 12 de febrero con un gesto que nos define: unir lo valiente, lo heredado y lo profundamente humano. Abrimos con Fanfarria para la mujer poco común de Joan Tower, seguimos con Río abajo de Juan David Osorio y culminamos con la Sinfonía n.º 1 “Titán” de Gustav Mahler, bajo la dirección de nuestra directora titular, Ana María Patiño Osorio. Así comienza este viaje: afirmando que nuestra identidad se nutre de la contradicción y del cruce entre tradición y búsqueda. Y esa pregunta continúa el 18 de abril, cuando el director Roger Díaz-Cajamarca nos conduce desde lo local de la Pequeña suite de Adolfo Mejía, pasando por el virtuosismo del Concierto para violín n.º 4 de Mozart con la solista Allison Lovera, hasta llegar a la celebración pública de la Música del agua de Haendel. En el siguiente paso, el 2 de mayo, la identidad se vuelve mirada: estrenamos una nueva obra de Juan David Osorio inspirada en Débora Arango, acompañada por las Variaciones Rococó de Tchaikovsky con Santiago Cañón-Valencia, y los Cuadros de una exposición de Mussorgsky, nuevamente dirigidos por Ana María Patiño.
La travesía continúa el 30 de mayo celebrando la fuerza latinoamericana con Glass Marcano en el podio: Kanaima de Yuri Hung, la obertura Ruslan y Ludmila de Glinka y la Sinfonía n.º 4 de Tchaikovsky. En junio, la identidad se afirma desobedeciendo lo esperado: el 20 de junio, con Ana María Patiño, escuchamos la Sinfonía n.º 100 “Militar” de Haydn, el Concierto para viola de Bartók con Nils Mönkemeyer, Entr’acte de Caroline Shaw y la Sinfonía n.º 9 de Shostakovich. Y el 11 de julio, bajo la dirección de Paolo Bortolameolli, nos adentramos en la identidad como trascendencia con el Preludio y muerte de Tristán e Isolda de Wagner, Muerte y transfiguración de Strauss, y música latinoamericana. Más adelante, el 25 de julio, regresamos a la plenitud creativa con D’un matin de printemps de Lili Boulanger, las Cuatro últimas canciones de Richard Strauss interpretadas por Julieth Lozano, y la Sinfonía n.º 41 “Júpiter” de Mozart, nuevamente con Ana María Patiño.
Hacia el final de la temporada, la identidad se revela como transformación. El 29 de agosto, Ana María Patiño dirige el Bolero de Ravel, Antrópolis de Gabriela Ortiz, y una Petrushka de Stravinsky reimaginada desde Rayuela de Cortázar junto al Ballet Metropolitano de Medellín. El 12 de septiembre, con Carlos Miguel Prieto, recorremos la energía latinoamericana con Revolución diamantina de Gabriela Ortiz, Huapango de José Pablo Moncayo y La noche de los mayas de Revueltas. El 17 de octubre, Paolo Bortolameolli nos invita a contemplar la naturaleza con el Concierto para flauta de Rautavaara (estreno en Colombia) y El mar de Debussy. Noviembre, tiende un puente entre continentes con Mar calmo y viaje próspero de Mendelssohn, ritmos latinoamericanos y la Sinfonía n.º 6 “Pastoral” de Beethoven. Y finalmente, el 28 de noviembre, cerramos con una síntesis luminosa: el Preludio a la siesta de un fauno de Debussy, Identidad de Carlos Mejía (comisión), y la Sinfonía n.º 2 de Brahms, nuevamente bajo la dirección de Ana María Patiño Osorio. Así suena Identidad: como un mapa vivo que se expande, se mezcla, se transforma y vuelve siempre al lugar donde reconocemos quiénes somos.
La música que transforma
De cara a 2026, la Orquesta Filarmónica de Medellín quiere fortalecer y expandir su impacto social con la misma convicción con la que ha transformado vidas durante todos estos años. El Coro Reconciliación, que ha unido víctimas del conflicto y excombatientes a través del canto, fortalecerá su convocatoria y repertorio con nuevas alianzas institucionales, para seguir siendo un puente vivo de paz. En Soy Músico, aspiramos a expandir los talleres de musicoterapia y formación con más frecuencia y en más municipios del Valle de Aburrá, de modo que las personas neurodiversas (jóvenes y adultos) puedan integrarse aún más a la vida orquestal, con más conciertos y oportunidades de proyección. En el frente de salud mental, reforzaremos la línea “Sonidos que cuidan”, multiplicando intervenciones en instituciones educativas y espacios comunitarios en el Área Metropolitana, para usar la música como herramienta prescrita de bienestar. Y, muy especialmente, celebraremos los 10 años de la Orquesta Filarmónica Infantil y Juvenil – FilU, con una estrategia para escalar su formación musical en el Urabá bananero: queremos más niños y jóvenes —de municipios como Apartadó, Carepa, Chigorodó— participando, integrando repertorios más ambiciosos, promoviendo gira con músicos de la Filarmónica mayor y construyendo una red comunitaria familiar que refuerce también el desarrollo socioemocional. En suma, en 2026 proyectamos no solo sostener estos programas, sino llevarlos un paso más allá: que su huella crezca, que sus beneficiarios se multipliquen y que su legado social se convierta en parte fundamental de nuestra identidad como orquesta.
