Bajo el árbol

Cierta vez, se encontraba Luz Mery en una reserva natural del municipio de Barbosa, estando allí se sacó las zapatillas y calcetines, se sentó y puso sus pies en el césped, esperó que algo ocurriera. Tras varios minutos, empezó a sentir que un ánimo positivo crecía dentro de ella. Fue una experiencia simple que marcó un antes y después en su vida. Sintió una sensación de paz que fluyó por todo su cuerpo.

—Hoy me libero de la tensión— le contó a Madroño, el árbol de coloridos frutos que estaba justamente al frente, que, aunque no le hablaba, sí la escuchaba, aseguró ella.

—¡Madroño!, ¿quieres seguir escuchando mi historia? —preguntó Luz Mery—

La tensión fue una carga emocional desde que, a los cinco años, ella y sus hermanos, fueron desplazados por la violencia desde Restrepo, Valle del Cauca, a Medellín.

—Yo vivía feliz en el campo, jugando y ayudando en las labores de mi hogar, hasta que la violencia atroz de los guerrilleros acechó la zona y mis padres decidieron enviarnos a vivir con una tía a Medellín en el barrio Robledo, Miramar. Allí pensé que todo cambiaría, pero no fue así… —Le contó a Madroño, mientras lo abrazaba—

En la década de los ochentas el miedo, el terror y la perplejidad se tomaron las calles del barrio y toda la ciudad; los atardeceres de la primavera se opacaron por la oscuridad del sicariato y hasta las armas apagaron las fiestas familiares, la conciencia y la vida de uno de los hermanos de Luz Mery.

—¡Imagínate Madroño! Lo que viví en Robledo, fue peor y lo viví en carne propia, me dejó muchas secuelas. Sentí rabia, mi corazón se partía. Y me di cuenta que la venganza alimenta más el dolor; decidí no agachar la cabeza y transformar mi vida con la palabra, la danza, el canto y el trabajo social. Porque donde puedo cantar puedo reír y donde hay amor, existe una fuerza poderosa que se llama reconciliación.

¿Pero qué crees que ando haciendo mal? No todo en mi vida marcha bien. Padezco un cáncer de médula espinal por mis largas jornadas fundiendo plomo en una fábrica de Itagüí y hasta quedé sola criando a mis hijos. ¡Ah, pero también he tenido momentos donde he regalado amor! Como cuando juego futbol, baño y abrazo a los habitantes de calle que viven en las orillas del río Medellín, porque ellos quieren ser escuchados y acogidos. Incluso conozco un habitante que habla siete idiomas y les enseña a escribir a los demás.

No tuve amor y lo quiero dar ahora. Cada día lo vivo como si fuera el último.

Madroño sabía que se debía preparar para el invierno, y mientras recibía el fuerte abrazo de Luz Mery dejó caer sus hojas sobre ella como muestra de gratitud por lo que le había contado; hizo un entramado con sus raíces y algunas flores para que ella descansara. Entonces se acostó con una dulce sonrisa y durmió profundamente bajo el árbol.


Este cuento corto se escribe para conmemorar la vida de Luz Mery González, quien fue víctima del conflicto armado del país y decidió sanar su vida integrando, desde 2022, el Coro Reconciliación, la apuesta por la paz de la Filarmónica de Medellín. Luz Mery falleció el domingo 6 de agosto de 2023.

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