Al ritmo de Sandra
Pulso
Máximo tiene buen corazón, no juzga y cuando llega a su lugar favorito, el jardín, con todos es amable. Para Máximo —o Max como es conocido— no es secreto que le encanta ser el centro de atención, no le gusta ser ignorado. Ya sea a cambio de caricias, mimos o masajes, siempre está detrás de Sandra Gómez para recibir algún reconocimiento. Pero no todo es perfecto para él, si hay algo que lo atormente es la música de percusión; incluso cuando su dueña está lista para ensayar siempre interrumpe, dice ella, “me quita las partituras, tumba las baquetas, pone sus patas en mis piernas, ¡me inmoviliza!”. Y aunque hace un par de meses destrozó por completo unas castañuelas, se le tiene profundo cariño, porque ha acompañado incondicionalmente a Sandra en los buenos y no tan buenos tiempos.
A los perros les gusta la música, pero el tipo de música marca la diferencia. Prefieren los ritmos más lentos, patrones simples y las frecuencias más bajas; por el contrario, los ritmos rápidos y las frecuencias más altas alteran su sistema nervioso canino; por eso Sandra está pensando interpretar una canción para marimba dedicada a Max, porque este instrumento posee una tesitura de tonalidad más baja que los otros de la percusión.
Si algún día dejara de amar la música, pasear perros sería su vocación perfecta; por ahora la percusión es la forma como descarga emociones extremas. “Personalmente me siento identificada con las características de la percusión. Por ejemplo, cuando te relacionas con otros y te sientes impetuoso por una discusión, toca ser flexible para cambiar la mente y no perder el control, porque si me dejo llevar por mis impulsos, todo podría salir mal”, y eso mismo sucede en la música “…en Carmina Burana hay un golpe de glockenspiel* que acompaña los instrumentos de viento, debo pensar al ritmo de ellos; cuando ejerzo la fuerza tengo que caer más suave para unirme en armonía. Así pasa en la vida misma cuando nos relacionamos, no está mal ponerme en los zapatos del otro”, expresa la percusionista.
Intensidad en dos revoluciones
Desde hace dieciséis años es percusionista de la Orquesta Filarmónica de Medellín, pero su vida en la música comenzó desde los tres años cuando sus padres la inscribieron en el Instituto Musical Diego Echavarría y en el conservatorio de la Universidad de Antioquia, allí aprendió expresión corporal y lo que más recuerda: “relacionar objetos cotidianos para memorizar las figuras rítmicas de la música”, dice ella. Primero fue el violín, pero le costaba mucho la lectura en partituras; luego el piano, pero nunca le apasionó, y hasta practicó danza.
Primera revolución. “¡Quería una forma de arte mucho más activa, llena de energía!” Así fue como descubrió la batería a los nueve años de edad en su colegio.
Con el ritmo y la melodía en el corazón se graduó de bachiller, pero decidió estudiar ingeniería industrial. “Sin darme cuenta fui descubriendo que las matemáticas y la música van de la mano, ambas son lenguajes universales y abstractos que requieren de su aprendizaje para poder descifrarlos. Ambas buscan la belleza. Por ejemplo, la percusión requiere de metrónomo para indicar el tempo correcto y recurre a los números para dividir los compases rítmicos”.
Segunda revolución. “¡Necesitaba desahogarme! Corté con mis estudios de ingeniería porque mi espíritu y mente estaban en la percusión, así que terminé estudiando la carrera en música en la Universidad EAFIT. Fui feliz”.
Variaciones
Tres palabras que te definen
“Esperanza, ánimo y perseverancia”
¿Cuál es tu lugar favorito?
“El jardín donde paseo a Max y mi cubículo de estudio porque me encuentro con mi ser”.
¿Qué porcentaje de tu vida lo has dedicado a la música?
“Un 65% de mi vida la he pasado tocando y ensayando”.
¿Cuál es el concierto que más recuerdas?
“La Sinfonía Turangalila de Oliver Messiaen. Para mí es la obra más compleja musicalmente, ¡un milagro que sucedió en Medellín!”.
¿Qué es lo mejor de Sandra?
“Sinceridad, ¡soy directa, sin rodeos, voy al grano!”
*El glockenspiel (del alemán Glocken, “campanas”, y Spiel, “juego”, “tocar”) es un instrumento de percusión idiófono, que consiste en un juego de láminas metálicas afinadas. También conocido por juego de timbres, armónica de metal o lira, si tiene su armazón de esta forma
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