Hierba buena siempre vive

Hay un corregimiento al suroccidente de Medellín que lleva el nombre de un santo y hasta alberga una iglesia de 129 años. Allí en San Antonio de Prado —de estrechas calles y arrieros que transportan tabaco, maderas y aguardiente— existe una vereda donde vive Virginia Saldarriaga, nacida en 1962.

En su casa hay una huerta donde ella siembra mejorana, romero, árnica y alegría; en la vereda dicen que son sus amigas y enfermeras porque curan hasta un mal de amor. Esencias, velas y otros mejunjes se preparan allí con tesón. Y es que le tiene tanta devoción a sus plantas que les pide permiso hasta para robarles un gajito.

Un día Virginia se dio cuenta que algunas plantas no pelechaban y otras crecían cabizbajas.

—¡Seguro es esa bruja! La que baila a medianoche en el jardín y hace morir de miedo mis plantas— exclamó Virginia a su hija Jenny Saldarriaga, directora de la Red de Músicas de Medellín.

Dice que cuando la bruja se acercaba al jardín las plantas sufrían mucho ya que ellas sabían que las pisaría y maltrataría. Virginia, aún afligida y triste, decidió devolverles la vida a sus plantas cantando y tocando tiple y lira, dos instrumentos que amaba interpretar a los cinco años de edad con su papá en Cartago, un municipio del Valle del Cauca.

Una noche Virginia bebió por error una pócima de aguapanela que había dejado la bruja en la mesa. De inmediato cayó en un profundo sueño que la envolvió una oscuridad aterradora, de la que parecía nunca despertar. Se sentía tan débil y plagada de extrañas alucinaciones que perdió toda esperanza.

En medio de su angustia comenzó a ver en retrospectiva su vida en la música y las alegrías que le había regalado. Cantar villancicos en la misa de su primera comunión, participar en el coro de niños de Cartago, fundar la coral Cantos de Antioquia y recordar ver su hija graduarse de la facultad de música EAFIT gracias a una beca, fueron recuerdos que la motivaron a despertar de ese profundo sueño y pensar que a través del canto ella podría salvar su vida e incluso regalar vida a los demás. Luego de este renacer, nunca más la bruja se volvió a ver en la vereda y todas sus plantas volvieron a crecer frescas, verdes, llenas de energía.


El cuento está inspirado en la vida de Virginia Saldarriaga quien es militante de paz e integra el Coro Reconciliación desde 2022. Le apasiona sembrar y cantar, y toda su vida estuvo dedicada a la música hasta que un diagnóstico de cáncer, que la mantuvo en muerte clínica durante quince días, la hicieron olvidarse de su amor por el canto. Luego de ese particular episodio, dice que se llenó de valor para renacer como lo hacen las plantas y reafirmó su misión en la vida: sanar el alma a través de la música y sanar el cuerpo a través de la siembra.

“Para mí el Coro Reconciliación significa renacer, sanar a través del canto, y los más maravilloso es encontrar personas que buscan lo mismo. Lo que más me gusta es ver la armonía de todos mis compañeros en los ensayos y cantar una mis canciones preferidas, Para la guerra nada”

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