Violín y viola, una historia familiar
“La música construye nuevas formas de percepciones de vida, es un ente transformador de sociedad. Nos permite tejer una relación armoniosamente con el otro”. Ana Rojas, violista Filarmed
Junto al contrabajo y el violonchelo, conforman la familia de la cuerda frotada. Violín y viola son instrumentos hermanos, comparten similitudes, pero también son diferentes. Por ejemplo, ambos tienen sus orígenes en Italia y en ambos se requiere un arco. Para la violinista Clara Rojas, la viola por ser un poco más grande que el violín, y al tener mayor proporción, tiene un sonido mucho más grave. Para la violista Ana Rojas, ambos instrumentos lucen similares, pero cuando se escucha su sonoridad de forma independiente se puede reconocer que la viola posee un sonido más melancólico y robusto, mientras que el violín es mucho más brillante.
Una orquesta en casa
Clara y Ana Rojas son hermanas, las une la música y la pasión por los instrumentos de cuerda. Ana integra la Orquesta Filarmónica de Medellín desde 2004 y Clara desde 2006.
Su historia en la música viene en la sangre; su abuelo tocó el tiple, su padre tocó la guitarra en la iglesia y a su madre le apasiona cantar; aunque ellos lo hacían de forma empírica, este ambiente las inspiró, y la mayor motivación provino de la Red de Escuelas de Música de Medellín cuando arribó a Manrique Las Nieves, el barrio donde nacieron.
A mediados de los años ochenta, Manrique, ubicado en zona nororiental de la ciudad, estuvo permeado por el conflicto urbano y los altos índices de violencia entre los jóvenes. Las hermanas Rojas recuerdan que la música llegó al barrio para convertirse en un potente agente socializador y de paz, gracias al cual su familia encontró un refugio. “Llega la Red de Escuelas, cuando tenía 8 años, y mis papás ven una gran oportunidad de que nosotras, al igual que nuestros otros cinco hermanos, hiciéramos algo extra a lo escolar. Tener ese conocimiento y encuentro con instrumentos de cuerda nos despierta ese vínculo con la música”, explica Clara.
Lo que comenzó para ellas como un hobbie se convirtió en una pasión, su razón de ser. Para Ana “era como tener una orquesta en casa”, porque ensayaban y practicaban en familia, “eso fue lo que hizo que nos sumergiéramos por completo en la música”, expresa la violista.
Esperanza y talento colombiano para el mundo
Clara y Ana recuerdan que uno de los momentos más inspiradores de sus vidas fue cuando a la edad de 14 y 16 años respectivamente, fueron seleccionadas además de otros tres hermanos, para ser parte de la Gira de la Esperanza (2004), visitando ciudades como Cáceres, Valencia y Madrid, en España. En Roma tocaron en vivo para el Papa Juan Pablo II. “Nuestros padres nunca imaginaron que cinco de sus hijos viajáramos en una misma gira, fue un sueño hecho realidad. Este amor por la música nos ha llevado a conocer otras culturas, países, personas, y a construir una historia familiar alrededor de ella”, expresa con nostalgia Clara.
“Para mí la música es símbolo de unión familiar y despierta la sensibilidad. A pesar de las condiciones precarias de aquellas épocas, yo podría decir que nuestros padres asumieron un rol similar al de un director de orquesta, porque con la misma batuta concertaban a toda la familia con entrega, amor y compromiso”, expresa Ana.
¿Un violinista puede ser violista, y viceversa?
Para ellas, apropiarse de un instrumento es hacerlo parte de su fisionomía, es una unión física, psíquica y sensorial.
“Tocar una nota en la viola, sí puedo, y hasta puedo hacerlo con el chelo”, asegura Clara; pero interpretar este instrumento, sacarle buen sonido o desarrollarlo en su totalidad, como lo logra con con el violín, no cree que sea posible. Ella se especializó en la Universidad de Antioquia para ser violinista, y “tendría que estudiar y profundizar con cuerpo y alma la viola”.
Por su parte, Ana Rojas, cree que sí, pero debe ser algo que se estudie con profundidad, “he conocido violinistas que tocan muy bien la viola, pero en cierta medida depende del compromiso que se tenga con el instrumento. Por ejemplo, en Estados Unidos, en las carreras de violín, les recomiendan hacer un semestre de viola para trabajar el peso del brazo derecho. Eso me parece importante, porque también ayuda a perfeccionar la ejecución del violín”.
“No escogí el violín. Empecé a los 8 años y estaba muy pequeña, al igual que mis manos, y el único que se encajaba con mi fisionomía fue este instrumento. Creo que en realidad él me escogió a mí, luego fue un amor construido”. Clara Rojas
Ana destaca de su hermana su capacidad de liderazgo y su voz en el violín, “esta es una de las características de la personalidad de este tipo de instrumentistas, pero ella no lo hace desde el ego, sino desde su naturaleza”, expresa.
Clara resalta de Ana su talento y el compromiso; el amor por la familia y su infinito don de servicio.
Historias de amor llenas del espíritu que habita en la música.