El contrabajo: del ostracismo a la fama
“El contrabajo es, con mucho, el instrumento más importante de la orquesta (…) forma toda la estructura básica orquestal sobre la que debe apoyarse el resto de la orquesta”
El contrabajo de Patrick Süskind.
Al hablar del contrabajo es común encontrar comentarios que señalan que durante mucho tiempo el ha tenido un trabajo, sobre todo, de apoyo en las orquestas. Que todo se debe a su origen, que era complicado su manejo, que grandes exponentes de la música académica optaron por relegarlo y que al final fue la música popular —sobre todo, el jazz— la que le dio un lugar preponderante.
La de este instrumento es una historia larga y llena de experimentación hasta llegar al de hoy en día. Su origen se remonta al siglo XVI, en pleno auge del Renacimiento, una época que, entre otras cosas, dio pie a la experimentación en la creación de instrumentos musicales, entre los que se encuentra el violone, un instrumento de gran tamaño, con cuerdas de tripa —lo que dificultaba su interpretación.
El violone, con el paso del tiempo, sufrió varias transformaciones, entre las que se cuentan la cantidad de cuerdas hasta sus dimensiones. Además, también fue relegado como un instrumento de acompañamiento, mientras que otros, como el violín y el piano, se llevaban el protagonismo.
El jazz y el contrabajo
Aun así, el contrabajo entre los siglos XIX y XX tuvo un fuerte impulso. Empezó a ser visto como un instrumento que, además de acompañante, tiene cualidades de solista. Así, distintos compositores ampliamente reconocidos, escribieron conciertos para el mismo. Es el caso de Serge Koussevitzky (cuyo concierto para contrabajo escucharemos esta noche), Franco Petracchi, Ludwig Streicher, Klauss Stoll, entre otros.
Pero ese reconocimiento también se debe a un género alejado de la música académica y que surgió, a mediados del siglo XIX, en los campos de esclavos en Estados Unidos: el jazz. Contrabajistas como Jimmy Blanton y Slam Stewart —quienes tocaron, respectivamente, con Duke Elllington y Benny Goodman— tuvieron un impacto en la forma en la que se interpreta este instrumento para darle más protagonismo en la música.
En palabras de Eduardo González, profesor de música en Eafit y contrabajista de la agrupación colombiana Puerto Candelaria, “el contrabajo en el jazz y la música popular tiene una función acompañante, pero también solista. Le entregó una posición muy relevante. En la música clásica, el contrabajo ha tenido una función acompañante, aunque del romanticismo en adelante se han escrito conciertos y sonatas”.
Así, el contrabajo se ha ganado el reconocimiento que durante siglos le fue negado, llegando incluso a la literatura gracias a autores como el alemán Patrick Süskind, con El Contrabajo, y el cuentista ruso Antón Chéjov, con Historia de un contrabajo. Y aunque Christoph Wimmer —contrabajista austriaco— asegura que por la propia historia del instrumento ha estado “algunas veces en la sombra de la orquesta”, concluye que esa imagen ha cambiado, pues se sabe que “el contrabajo puede sonar hermoso”.
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