Miel para la paz

Entrada la primavera las obreras alteradas se reunieron en la celda real junto con su reina para armar un pelotón por el futuro de la colonia. Era una realidad: ¡hormigas y otros bichos estaban extinguiendo a los zánganos!

La primera, una de las obreras exclamó: —Abandonemos este panal, y desplacémonos a un lugar recóndito donde nada nos pueda hacer daño.

—En cualquier lugar donde lleguemos siempre habrá bichos con los que tendremos diferencias y quizás hasta conflictos —respondió la abeja reina

La segunda, una abeja zángana propuso: —¡produzcamos el veneno más poderoso del mundo! Arrojémoslo sobre plantas, flores y tallos, acabemos con todas las hormigas que haya, son las culpables de nuestra extinción.

—Nosotras las abejas no somos insectos violentos, traemos miel, bienestar y sustento al mundo entero —Respondió de nuevo la reina.

Por último, habló otra de las obreras, quien se destacaba por su gran sabiduría: —Sabemos que las hormigas son nuestras enemigas, y habitamos un mismo espacio, pero ambos cuidamos el ecosistema y somos fundamentales para polinizar, sin esto no crecen los cultivos y sin cultivos no hay comida, ni para los humanos ni para los animales. Nuestra vida es breve, y hoy más que nunca debemos trabajar con amor para endulzar muchas más vidas.

Desde la gran colonia, la abeja reina convocó al hormiguero, por primera vez en la historia conciliaron y repararon cicatrices, y comprendieron lo importante que era convivir pacíficamente, cuidar más del medio ambiente, trabajar con amor.

Este cuento corto está inspirado en la historia de la familia Giraldo Areiza, conformada por Dayron Giraldo, Alba Rosa Areiza y su hijo Mateo Cuero, quien hace parte del Coro Reconciliación (una iniciativa de la Orquesta Filarmónica de Medellín, una apuesta por la paz en la que firmantes y víctimas del conflicto armado colombiano, unen sus voces para cantar en armonía) desde los doce años de edad; una familia permeada por el conflicto armado colombiano y en la que los padres fueron integrantes de las milicias desarmadas de las Farc-EP por más de quince años, actualmente firmantes de paz.

Al nororiente de Medellín, en el barrio Santo Domingo Savio, esta familia cambió la amargura de la violencia por un dulce emprendimiento, un campo apícola y de cultivo de café. Actualmente Miel y Café La Esperanza produce más de cuarenta kilos de miel al año y tres libras anuales de café, y beneficia a más de cincuenta familias campesinas del municipio de Anorí. “Las abejas nos enseñan a vivir en comunidad y trabajar en equipo al servicio de los demás”, expresa Dayron quien afirma que en su negocio hay espíritu de cooperación y no existen diferencias, “…podemos estar en un mismo espacio diferentes personas que hicimos parte de grupos armados e incluso víctimas, eso es sanador”.

En esa búsqueda incansable por reparar sus vidas y sanar, esta familia encontró en el Coro Reconciliación una experiencia esperanzadora para su hijo Mateo, quien es apasionado por la culinaria, la química, el violonchelo y la música coral. Y es que el coro se ha convertido en una apuesta por darle voz a aquellas personas que históricamente perdieron la posibilidad de alzarla a causa del conflicto armado.

Sinfonía bajo el mar

Kelly ha sentido desde siempre fascinación por la natación y la música, hasta sueña que se sumerge, con su saxofón alto, en un profundo mar para invitar a muchas especies a tocar la Sinfonía bajo el mar, obra dedicada a la biodiversidad marina, además porque los animales emiten “bonitos” sonidos y para ella eso es música. Y así se titularía la pieza si alguna vez tuviera la oportunidad de componer, porque su creatividad no tiene límites. Incluso ha pensado una breve descripción en sus notas al programa, dice ella, “peces, ballenas, delfines y mi familia en submarinos serían invitados a esta gran presentación. Las estrellas de mar tocarían los violines, los peces payasos las flautas, los caballitos de mar las trompetas y un pulpo toda la percusión, porque tiene ocho tentáculos”.

Kelly Montoya Monsalve tiene 30 años y hace parte de Soy Músico, programa de Filarmed que crea experiencias musicales para personas con discapacidad y/o neurodivergentes. A la edad de un año y medio fue diagnosticada con retardo cognitivo moderado y a los dieciséis años de edad con retinosis pigmentosa por lo cual su visión es mínima. “Cuando le hicieron el primer diagnóstico el médico me aseguró que no podría estudiar, incluso, que tendría dificultad para el desarrollo de sus habilidades motrices. En nuestro caso, desde que ella tenía cinco años de edad, nos empeñamos en que aprendiera diversas actividades para estimular su cerebro, entre ellas la música”, expresa Dora Luz Monsalve, su mamá, quien además dice que su mayor fuerza es el amor y su don de servicio, “…porque la vida es eso, hay que estar ayudando a los demás, eso me llena de vitalidad”.

Kelly fue bachiller, nunca perdió un año escolar, practica la natación, le encanta ver el futbol y es hincha del Nacional. Actualmente estudia música en la Red de Escuelas de Música del barrio Aranjuez y hasta hace parte de una agrupación musical de personas con discapacidad donde canta y toca violín. Y también toca al piano sus canciones favoritas, lo hace como hobbie.

Le gusta Beethoven porque es símbolo de libertad, esperanza y superación. “El genio de Bonn estimula mi creatividad; amo escuchar el himno de la alegría de su Novena y con la Quinta sinfonía tengo un recuerdo muy especial: solía escucharla en CD con mi hermano antes de irnos a dormir”, cuenta la música.

“Kelly es invidente, por lo tanto, tiene buena memoria. Este año comenzó con lo rítmico, porque era muy melódica, al principio le costó, pero ya hace muy bien agarre de baquetas y toca bien. Es atenta, dispuesta y muy dedicada, expresa con facilidad sus emociones; toma en cuenta las indicaciones, es muy buena en su instrumento, el violín”, cuenta Verónica Restrepo, musicoterapeuta de Soy Músico.

Música en la mente

Su visión limitada no le ha imposibilitado leer su libro favorito Las crónicas de Narnia 5: la travesía del viajero del alba, y hasta se imagina tocando el violín dentro de la historia. Se dice que las personas con enfermedades degenerativas de la visión son particularmente rápidas recordando cosas en el orden correcto y así sucede con Kelly, cuando aprende partituras: “su memoria es fuera de este mundo. Tiene una capacidad sorprendente para memorizar la música. Es muy disciplinada. Primero los profesores me envían las partituras al correo, ella las lee desde su tablet renglón por renglón, se la aprende de memoria y en el concierto no tiene necesidad de mirarlas. Para mí es como si tuviera una grabadora en su cerebro, porque aprende la música de un día para otro”, cuenta la mamá.

Así es Kelly, tierna, sonriente, amigable, llena de luz y quien desde los cinco años de edad descubrió un profundo amor por la música. Su discapacidad se ha convertido en motor para regalar alegría a su familia y a todo aquel que la ha escuchado en concierto.

Posdata

“Estoy muy orgullosa de mi mamá porque hace todo con mucho amor; es mi superhéroe favorita”.

Al ritmo de Sandra

Pulso

Máximo tiene buen corazón, no juzga y cuando llega a su lugar favorito, el jardín, con todos es amable. Para Máximo —o Max como es conocido— no es secreto que le encanta ser el centro de atención, no le gusta ser ignorado. Ya sea a cambio de caricias, mimos o masajes, siempre está detrás de Sandra Gómez para recibir algún reconocimiento. Pero no todo es perfecto para él, si hay algo que lo atormente es la música de percusión; incluso cuando su dueña está lista para ensayar siempre interrumpe, dice ella, “me quita las partituras, tumba las baquetas, pone sus patas en mis piernas, ¡me inmoviliza!”. Y aunque hace un par de meses destrozó por completo unas castañuelas, se le tiene profundo cariño, porque ha acompañado incondicionalmente a Sandra en los buenos y no tan buenos tiempos.

A los perros les gusta la música, pero el tipo de música marca la diferencia. Prefieren los ritmos más lentos, patrones simples y las frecuencias más bajas; por el contrario, los ritmos rápidos y las frecuencias más altas alteran su sistema nervioso canino; por eso Sandra está pensando interpretar una canción para marimba dedicada a Max, porque este instrumento posee una tesitura de tonalidad más baja que los otros de la percusión.

Si algún día dejara de amar la música, pasear perros sería su vocación perfecta; por ahora la percusión es la forma como descarga emociones extremas. “Personalmente me siento identificada con las características de la percusión. Por ejemplo, cuando te relacionas con otros y te sientes impetuoso por una discusión, toca ser flexible para cambiar la mente y no perder el control, porque si me dejo llevar por mis impulsos, todo podría salir mal”, y eso mismo sucede en la música “…en Carmina Burana hay un golpe de glockenspiel* que acompaña los instrumentos de viento, debo pensar al ritmo de ellos; cuando ejerzo la fuerza tengo que caer más suave para unirme en armonía. Así pasa en la vida misma cuando nos relacionamos, no está mal ponerme en los zapatos del otro”, expresa la percusionista.

Intensidad en dos revoluciones

Desde hace dieciséis años es percusionista de la Orquesta Filarmónica de Medellín, pero su vida en la música comenzó desde los tres años cuando sus padres la inscribieron en el Instituto Musical Diego Echavarría y en el conservatorio de la Universidad de Antioquia, allí aprendió expresión corporal y lo que más recuerda: “relacionar objetos cotidianos para memorizar las figuras rítmicas de la música”, dice ella. Primero fue el violín, pero le costaba mucho la lectura en partituras; luego el piano, pero nunca le apasionó, y hasta practicó danza.

Primera revolución. “¡Quería una forma de arte mucho más activa, llena de energía!” Así fue como descubrió la batería a los nueve años de edad en su colegio.

Con el ritmo y la melodía en el corazón se graduó de bachiller, pero decidió estudiar ingeniería industrial. “Sin darme cuenta fui descubriendo que las matemáticas y la música van de la mano, ambas son lenguajes universales y abstractos que requieren de su aprendizaje para poder descifrarlos. Ambas buscan la belleza. Por ejemplo, la percusión requiere de metrónomo para indicar el tempo correcto y recurre a los números para dividir los compases rítmicos”.

Segunda revolución. “¡Necesitaba desahogarme! Corté con mis estudios de ingeniería porque mi espíritu y mente estaban en la percusión, así que terminé estudiando la carrera en música en la Universidad EAFIT. Fui feliz”.

Variaciones
Tres palabras que te definen
“Esperanza, ánimo y perseverancia”

¿Cuál es tu lugar favorito?
“El jardín donde paseo a Max y mi cubículo de estudio porque me encuentro con mi ser”.

¿Qué porcentaje de tu vida lo has dedicado a la música?
“Un 65% de mi vida la he pasado tocando y ensayando”.

¿Cuál es el concierto que más recuerdas?
“La Sinfonía Turangalila de Oliver Messiaen. Para mí es la obra más compleja musicalmente, ¡un milagro que sucedió en Medellín!”.

¿Qué es lo mejor de Sandra?
“Sinceridad, ¡soy directa, sin rodeos, voy al grano!”


*El glockenspiel (del alemán Glocken, “campanas”, y Spiel, “juego”, “tocar”) es un instrumento de percusión idiófono, que consiste en un juego de láminas metálicas afinadas. También conocido por juego de timbres, armónica de metal o lira, si tiene su armazón de esta forma

Bajo el árbol

Cierta vez, se encontraba Luz Mery en una reserva natural del municipio de Barbosa, estando allí se sacó las zapatillas y calcetines, se sentó y puso sus pies en el césped, esperó que algo ocurriera. Tras varios minutos, empezó a sentir que un ánimo positivo crecía dentro de ella. Fue una experiencia simple que marcó un antes y después en su vida. Sintió una sensación de paz que fluyó por todo su cuerpo.

—Hoy me libero de la tensión— le contó a Madroño, el árbol de coloridos frutos que estaba justamente al frente, que, aunque no le hablaba, sí la escuchaba, aseguró ella.

—¡Madroño!, ¿quieres seguir escuchando mi historia? —preguntó Luz Mery—

La tensión fue una carga emocional desde que, a los cinco años, ella y sus hermanos, fueron desplazados por la violencia desde Restrepo, Valle del Cauca, a Medellín.

—Yo vivía feliz en el campo, jugando y ayudando en las labores de mi hogar, hasta que la violencia atroz de los guerrilleros acechó la zona y mis padres decidieron enviarnos a vivir con una tía a Medellín en el barrio Robledo, Miramar. Allí pensé que todo cambiaría, pero no fue así… —Le contó a Madroño, mientras lo abrazaba—

En la década de los ochentas el miedo, el terror y la perplejidad se tomaron las calles del barrio y toda la ciudad; los atardeceres de la primavera se opacaron por la oscuridad del sicariato y hasta las armas apagaron las fiestas familiares, la conciencia y la vida de uno de los hermanos de Luz Mery.

—¡Imagínate Madroño! Lo que viví en Robledo, fue peor y lo viví en carne propia, me dejó muchas secuelas. Sentí rabia, mi corazón se partía. Y me di cuenta que la venganza alimenta más el dolor; decidí no agachar la cabeza y transformar mi vida con la palabra, la danza, el canto y el trabajo social. Porque donde puedo cantar puedo reír y donde hay amor, existe una fuerza poderosa que se llama reconciliación.

¿Pero qué crees que ando haciendo mal? No todo en mi vida marcha bien. Padezco un cáncer de médula espinal por mis largas jornadas fundiendo plomo en una fábrica de Itagüí y hasta quedé sola criando a mis hijos. ¡Ah, pero también he tenido momentos donde he regalado amor! Como cuando juego futbol, baño y abrazo a los habitantes de calle que viven en las orillas del río Medellín, porque ellos quieren ser escuchados y acogidos. Incluso conozco un habitante que habla siete idiomas y les enseña a escribir a los demás.

No tuve amor y lo quiero dar ahora. Cada día lo vivo como si fuera el último.

Madroño sabía que se debía preparar para el invierno, y mientras recibía el fuerte abrazo de Luz Mery dejó caer sus hojas sobre ella como muestra de gratitud por lo que le había contado; hizo un entramado con sus raíces y algunas flores para que ella descansara. Entonces se acostó con una dulce sonrisa y durmió profundamente bajo el árbol.


Este cuento corto se escribe para conmemorar la vida de Luz Mery González, quien fue víctima del conflicto armado del país y decidió sanar su vida integrando, desde 2022, el Coro Reconciliación, la apuesta por la paz de la Filarmónica de Medellín. Luz Mery falleció el domingo 6 de agosto de 2023.

La dulce vida

Tomás asegura que los pasteles de espinaca con queso ricotta que él prepara son los que come Popeye el marino que le proporciona superfuerza para derrotar a Brutus, el villano. También dice que antes de preparar alimentos es importante organizar la elaboración. A esta técnica se le conoce como Mise en place, proviene del francés y significa, “puesto en su lugar”; una especie de guión visual en la cocina que nos permite ser eficaces sin agobios. También “debes pesar la harina, la sal y hasta la leche”, dice él; agregar agua, azúcar, aceite para crear el prefermento. Todos estos, ingredientes necesarios para la masa, aquella poderosa mezcla que sirve como base para hornear los deliciosos pasteles rellenos de carne y pollo con pesto, o para preparar galletas de manzana y hasta los cuernos de frutos rojos y arequipe de “Consentidos Tomás”, su emprendimiento familiar. “También me encargo de poner bonito el toldo en el antejardín de mi casa para invitar a antojarse y endulzar la vida a todos los vecinos de Envigado, ¡ah y también cobrar!” expresa él.

Tomás Camilo Arango Pulgarín, hijo de Vilma Pulgarín y Mario Arango, tiene veinticuatro años de edad; fue diagnosticado, a la edad de cinco años con síndrome de Asperger*. Él ama profundamente la gastronomía, el fútbol, la pintura, los aeróbicos y hace parte de UIncluye, programa educativo para poblaciones con discapacidad intelectual de la Universidad de Antioquia; y de Soy Músico, programa de Filarmed que crea experiencias musicales para personas en situación de discapacidad. “La música para mí significa tranquilidad, es mi momento de esparcimiento, me ayuda a estar feliz y disfrutar la vida. Amo el piano porque es mágico, me ayuda a hacer las cosas con calma”. También despierta su talento y la creatividad cuando pinta, dice él: “mis colores favoritos son terracota, verde citrus, amarillo girasol, rojos fuego y Navidad, y me encanta el azul cielo. Son mis preferidos porque son muy apropiados para pintar paisajes y lugares del mundo. No me gustan los grises, son aburridos. Amo los coloridos, porque así es la vida misma, llena de color”.

Mario, su padre, tiene sesenta años, y transmite tranquilidad mientras habla, un estado que ha sido soporte para él y su esposa que no han “tirado la toalla” como dice él. “Todo este proceso ha sido una lucha diaria, incluso con el mundo; nos han cerrado las puertas en muchas partes, hemos recibido muchas negativas. Y entonces todo hay que hacerlo desde el amor y la paciencia, llenarnos de valor para convertirnos en titanes. Muchas familias queremos que este tipo de discapacidades sean visibilizadas y alcancen los derechos que se merecen”, expresa él, quien manifiesta que en nuestra ciudad —incluso en el país— aún existe desconocimiento y faltan políticas públicas efectivas relativas a la salud y la recreación, así como espacios de acceso a programas universitarios adaptados a la población autista adulta. “Y este es un asunto aún más inquietante porque si no se garantizan sus derechos será mucho más complejo potenciar sus habilidades para hacer de ellos personas autónomas y útiles en la vida laboral y social. Una verdadera dignificación de la persona”.

“Que sea feliz en lo que haga” le expresa con cariño Mario, mientras mira a los ojos a su hijo durante la entrevista. Tomás ha tenido el privilegio de contar con el apoyo de sus padres, quienes le han enseñado a sortear situaciones humanas como el compromiso, el conflicto, el riesgo, la dificultad, el engaño; además lo motivan a que siempre esté activo y estimulado. “Tomás es consciente de que nosotros no vamos a estar para siempre. Él debe aprender a tener control de su propia vida”, expresa la madre.

Por otro lado, la musicoterapeuta Deisy Gaviria de Soy Músico, cuenta que, aunque le cuesta a veces manejar la frustración cuando no logra un ejercicio, Tomás es perseverante y tiene sensibilidad musical; además, muestra empatía hacia sus compañeros, siempre muy buena disposición para aprender y disfruta mucho la música. Es respetuoso, atento a las necesidades del otro y le gusta entablar conversaciones teniendo en cuenta a los demás.

Tomás sueña endulzar muchas más vidas con su emprendimiento. “Seguir con mis estudios, incluso explorar cada vez más la música y la pintura para convertirme en un mejor ser humano…mi familia simboliza bienestar. Ellos me ayudan a no cometer errores y estar en paz. Le doy gracias a mis papas, por su amor y por ayudarme a entender el mundo”.


*Las personas con Asperger (que por la nueva clasificación diagnóstica se ha denominado Trastorno Espectro Autista Nivel 1), se caracterizan por tener dificultades para sostener la interacción social o comunicarse, acorde a los parámetros típicos de la sociedad. Suelen requerir rutinas inflexibles en su vida cotidiana y se preocupan de forma intensa por algunos intereses que les son particulares.

Clave de Sol-idaridad

Las medidas de confinamiento nos hicieron refugiarnos en casa durante un año y medio e imposibilitaron a los seres humanos disfrutar el mundo exterior, excepto algunos animales que salieron a ocupar las calles en busca de comida, otros a disfrutar de la baja contaminación. Luego de culminar la cuarentena y de infinitas horas de grabación para transmitir conciertos virtuales, el oboísta Cristian Cárdenas sintió la necesidad de hacer algo más allá que música, quiso caminar —una actividad cotidiana de la que fuimos privados durante la pandemia—. Para él caminar, además de sus beneficios para la salud física, ayuda a reflexionar y al bienestar mental.

Aún recuerda los pasos que hacía en el campo para llegar a su colegio, porque estudió en una escuela rural, y las infinitas horas al caminar por toda Bogotá cuando necesitaba tener diálogos internos, “creo que recorrí la ciudad entera”, expresa Cárdenas.

El músico practica el senderismo desde hace cinco años, es una actividad que le encanta porque le permite tener una relación saludable con el planeta; pero que durante la pandemia tuvo que interrumpirla. Cristian es oriundo de Bogotá, dice que ama Medellín por el clima, por sus montes y montañas, “descubrir sus paisajes me voló la cabeza”, cuenta con emoción.

El viaje

Y es que esa necesidad de volver al mundo exterior, hace dos años, lo llevó a tener una de las mejores experiencias de su vida en la Guajira, una aventura de seis días que comenzó en el municipio de Uribia y terminó en Punta Gallinas. Un viaje que transformó su vida.

“Dormimos en una ranchería, allá no hay hoteles. Solo hay rancherías que prestan ese servicio, no hay internet. Hay luz porque tienen un generador, entonces lo prenden durante ciertas horas del día, igual con el agua…dormíamos en chinchorro”.

Para el oboísta los paisajes que se divisan son asombrosos, el color amarillo intenso predomina, las llanuras son inmensas y en medio del desierto se ven las tradicionales rancherías Wayúu, donde los niños aprovechan para poner pequeños “retenes” y pedir juguetes, galletas o dulces a los turistas. Toda esta riqueza natural contrasta con la pobreza que allí se vive, entre la falta de agua potable, el extractivismo, los parques eólicos y la crisis humanitaria. Los Wayúu sobreviven al despojo y la inseguridad alimentaria; los azota el hambre.

El pueblo Wayúu* ha luchado con las adversidades naturales de la región de la Guajira, tierra de sol, arena y vientos, además de enfrentar discriminación, racismo, marginación y violencia por parte de algunos habitantes no indígenas de la región. El Censo DANE reportó aproximadamente 270.413 personas que se reconocen como pertenecientes a pueblo Wayúu, cifra que posiciona a este pueblo indígena como el mayor en el país.

“Fue un recorrido de siete horas en el desierto, todo el tiempo nos paraban niños a pedirnos comida. Me impactó mucho porque nosotros íbamos de paseo, pero nos encontramos con una realidad muy cruda a pesar de que los paisajes fueran hermosos; fue algo muy fuerte. Siento que el verdadero valor de ese paseo fue el espíritu de la solidaridad que se despertó en mí. Veía como los niños hasta se peleaban por comida y juguetes. Siento que estamos en la obligación de establecer una política de solidaridad con el otro que ayude a mejorar la calidad de vida de esos habitantes, ya que son personas que están abandonados y mi deber como ciudadano es no ser ajeno a esa realidad. Creo que después de la música, mi misión en la vida es ayudar a los más necesitados”.

Y fue esta experiencia durante este viaje que sembró un sentimiento de solidaridad a Cristian Cárdenas, una virtud que lo motivará a continuar caminando por el país para conocer sus paisajes y ser solidario con las comunidades que los habitan. Desde ya se está preparando para recorrer el Pacífico y el Amazonas, dice él: “la solidaridad es clave para apoyar a los más vulnerables de nuestro país a tener una vida mejor”.

La música

Cristian Cárdenas es oboe de la Orquesta Filarmónica de Medellín desde 2018. Hace parte de una familia musical proveniente de Pasca, Cundinamarca. Tiene dos hermanos, Valentina, violinista y Julián, arpista, quienes actualmente viven, estudian y trabajan en España y China, respectivamente; y con quienes en 2010 tuvo la oportunidad de compartir un mismo escenario con la Orquesta Batuta de Bogotá. “Desde ese entonces nunca más volví a reunirme con ellos, sería muy emocionante volver a compartir música en concierto”, dice el oboísta, egresado de la Universidad Nacional de Colombia, con dos maestrías en interpretación y orquesta de la Musikschule Trossingen, Alemania.

“Los compositores usan el oboe y el corno inglés en momentos muy especiales de las obras, muchas veces son los más melancólicos y bellos de la música donde estos instrumentos tienen un gran solo. Nuestro trabajo es conmover al público”.


* También conocidos como Guajiro, Wayu, Uáira, Waiu. La palabra Wayúu es una auto designación usada por los indígenas y traduce “persona” en general, indígena de la propia etnia, aliado y también, la pareja (esposo o esposa).

La música se siente y se toca

La música se siente y se toca 
Filarmed  hace talleres para personas con discapacidad auditiva

“Somos una orquesta que está pensada para llegar a todas las poblaciones, particularmente a aquellas que tradicionalmente no han tenido acceso a derechos culturales” María Catalina Prieto, directora ejecutiva

  • La Orquesta Filarmónica de Medellín dictará talleres dirigidos a personas con discapacidad auditiva. Los talleres se impartirán los días miércoles 21 y sábado 24 de junio en Palermo Cultural.
  • Estas personas experimentarán la sinestesia: sentirán con el tacto y la vista el sonido de los instrumentos de la orquesta.
  • El programa musical cuenta con el apoyo de la red Musical Care International Network, un proyecto del cuidado a través de la música de Royal College of Music de Londres.

Talleres con inscripción gratuita
Fechas Junio:
Miércoles 21 (4:30 p.m. a 6:30 p.m.)
Sábado 24 (3:00 p.m. a 5:00 p.m.)
Lugar: Palermo Cultural, Coliseo

Soy Músico es el programa que crea espacios de participación en experiencias musicales y conciertos para personas en situación de discapacidad. Y este año quiere acercar la música a personas con discapacidad auditiva. De esta manera, Filarmed busca que esta población garantice sus derechos a la ciudadanía cultural, y promover mayores oportunidades de inclusión en la comunidad en general.

Este año ha decidido convocar y realizar talleres dirigidos específicamente a personas con discapacidad auditiva, generando espacios de contacto, expresión y disfrute de la música a través de las vibraciones, lo táctil, lo visual. Un intérprete de lengua de señas participará en el taller apoyando al equipo de facilitadoras del programa; también se busca conocer los hábitos de acercamiento a la música de los participantes, para comenzar a pensar ideas de formatos orquestales incluyentes.

Según la Encuesta Nacional de Calidad de Vida realizada por el DANE, hasta el 2021 en Colombia existen alrededor de 460 mil personas que se autocalifican como una persona con algún nivel de discapacidad auditiva. Algunas de ellas con patologías congénitas y otros que habiendo nacido oyentes, han ido perdiendo la audición a través de los años.

Juntos, vibramos más fuerte 

Este año el programa se convirtió en becario de Musical Care International Network, una de las redes más importantes del mundo que congrega a diversas entidades para explorar caminos del cuidado a través de la música desde diferentes perspectivas disciplinarias y culturales.

En la red se desarrolla una amplia gama de prácticas del cuidado a través de la música, desde experiencias de musicoterapia, música comunitaria, hasta campañas en pro de la salud. “El apoyo de Musical Care, nos permitirá adquirir nuevos conocimientos y dinamizar talleres con diversas metodologías didácticas y sensoriales”, explicó Juanita Eslava, coordinadora del programa Soy Músico.

La convocatoria está abierta a toda la población con alguna discapacidad auditiva. “En nuestros talleres participarán músicos de Filarmed que presentarán sus instrumentos y buscaremos crear experiencias inmersivas desde los diferentes sentidos para acercar a los participantes al mundo de la orquesta y la música”, explicó la coordinadora.

La Orquesta Filarmónica de Medellín generará espacios de disfrute a través de la música para esta comunidad, entender cómo se acercan a la música como una estrategia de bienestar, y convertirnos a corto plazo en dinamizadores de experiencias diseñadas no sólo para el disfrute de la comunidad oyente —como ha sido lo tradicional en las orquestas— sino también para los no oyentes.

Hierba buena siempre vive

Hay un corregimiento al suroccidente de Medellín que lleva el nombre de un santo y hasta alberga una iglesia de 129 años. Allí en San Antonio de Prado —de estrechas calles y arrieros que transportan tabaco, maderas y aguardiente— existe una vereda donde vive Virginia Saldarriaga, nacida en 1962.

En su casa hay una huerta donde ella siembra mejorana, romero, árnica y alegría; en la vereda dicen que son sus amigas y enfermeras porque curan hasta un mal de amor. Esencias, velas y otros mejunjes se preparan allí con tesón. Y es que le tiene tanta devoción a sus plantas que les pide permiso hasta para robarles un gajito.

Un día Virginia se dio cuenta que algunas plantas no pelechaban y otras crecían cabizbajas.

—¡Seguro es esa bruja! La que baila a medianoche en el jardín y hace morir de miedo mis plantas— exclamó Virginia a su hija Jenny Saldarriaga, directora de la Red de Músicas de Medellín.

Dice que cuando la bruja se acercaba al jardín las plantas sufrían mucho ya que ellas sabían que las pisaría y maltrataría. Virginia, aún afligida y triste, decidió devolverles la vida a sus plantas cantando y tocando tiple y lira, dos instrumentos que amaba interpretar a los cinco años de edad con su papá en Cartago, un municipio del Valle del Cauca.

Una noche Virginia bebió por error una pócima de aguapanela que había dejado la bruja en la mesa. De inmediato cayó en un profundo sueño que la envolvió una oscuridad aterradora, de la que parecía nunca despertar. Se sentía tan débil y plagada de extrañas alucinaciones que perdió toda esperanza.

En medio de su angustia comenzó a ver en retrospectiva su vida en la música y las alegrías que le había regalado. Cantar villancicos en la misa de su primera comunión, participar en el coro de niños de Cartago, fundar la coral Cantos de Antioquia y recordar ver su hija graduarse de la facultad de música EAFIT gracias a una beca, fueron recuerdos que la motivaron a despertar de ese profundo sueño y pensar que a través del canto ella podría salvar su vida e incluso regalar vida a los demás. Luego de este renacer, nunca más la bruja se volvió a ver en la vereda y todas sus plantas volvieron a crecer frescas, verdes, llenas de energía.


El cuento está inspirado en la vida de Virginia Saldarriaga quien es militante de paz e integra el Coro Reconciliación desde 2022. Le apasiona sembrar y cantar, y toda su vida estuvo dedicada a la música hasta que un diagnóstico de cáncer, que la mantuvo en muerte clínica durante quince días, la hicieron olvidarse de su amor por el canto. Luego de ese particular episodio, dice que se llenó de valor para renacer como lo hacen las plantas y reafirmó su misión en la vida: sanar el alma a través de la música y sanar el cuerpo a través de la siembra.

“Para mí el Coro Reconciliación significa renacer, sanar a través del canto, y los más maravilloso es encontrar personas que buscan lo mismo. Lo que más me gusta es ver la armonía de todos mis compañeros en los ensayos y cantar una mis canciones preferidas, Para la guerra nada”

En el corazón de Camilo

La personalidad valiente y revolucionaria de Shostakovich, —un compositor ruso decidido a hacer oír su voz y que corría enormes riesgos para conseguirlo por los horrores del estalinismo— es la que cautiva a Camilo Martínez de 26 años de edad, artista, músico y queer, quien se desempaña como violinista supernumerario de la Filarmónica de Medellín.

Camilo vive en San Antonio de Prado con sus padres, estudia maestría en artes en la U. de A. y ama la versatilidad de su instrumento. Hablamos con él sobre su vida, sus cicatrices, sus sueños.

FILARMED: ¿Cómo fue su primera experiencia en la música?

CAMILO MARTÍNEZ: Fue con la banda sonora de Fantasía de Disney, tenía 5 años edad. Además, mis padres siempre me ponían un par de discos con música de Vivaldi y Beethoven; fue el sonido del violín lo que más llamó mi atención.

F: ¿Es verdad que un concierto didáctico transformó tu vida?

CM: Tenía 11 años de edad, cuando Filarmed visitó mi colegio, en el que mi mamá también es profesora. Nunca había tenido la oportunidad de ver una orquesta filarmónica en vivo. Yo quedé encantado. Recuerdo que mi mamá y yo nos acercamos a Manuel López, concertino asistente, para preguntarle cómo era el mundo de la música; ahí fue donde nos enteramos de esta posibilidad y dije que quería ser violinista.

F: ¿Por qué le gusta el violín?

CM: Por la versatilidad. Su capacidad sonora puede llegar a ser agreste pero también meliflua, tan armoniosa como incómoda. Y es que todo lo que incomoda a mí me fascina, es una cualidad, porque me hace replantear, acercar o alejar y estar atento, a la expectativa viendo diferentes perspectivas a cerca de la vida.

F: ¿Y si el violín fuera un ser humano…?

CM: Sería influyente, ambivertido y arriesgado.

F: ¿Cuál es tu compositor favorito?

CM: Shostakovich porque es símbolo de resiliencia, cicatrización y rebeldía, eso para mí es vital.

F: ¿Qué le apasiona hacer en sus ratos libres?

CM: Me encanta pintar. Cuando salí del pregrado yo quería seguir estudiando, pero no quise más violín de la forma tradicional, quería algo que me enriqueciera artísticamente. En la maestría pude explorar los intersticios de las artes, una experiencia en la que puedo descubrir hasta dónde llega la pintura, la poesía; ahí es donde uso mi tiempo libre para entenderme y entender cosas que la música no me permitiría por sí sola; por ejemplo, hablar sobre significado de la muerte de manera amplia, indagar en sus grafías, sus posibilidades, capas, lenguajes no verbales y matices luctuosos donde el violín me ha sido fundamental; y sin embargo busqué algo más allá en la experiencia estética, tanto visual y conceptual, como sonora.

F: ¿Qué significa la muerte?

CM: Es algo polivalente porque depende del tipo de muerte; puede llegar a ser liberación o puede ser la peor herida cuando eres la persona que queda y sufre esa pérdida. Para mí la vida se vive hasta que se pueda vivirla, de lo contrario es una liberación. En fin, la muerte nos hace replantear la vida y volver a darle un valor diferente, incluso me recuerda a Wagner al final de su ópera Tristán e Isolda, porque justamente cuando Tristán muere, Isolda entra en éxtasis, se transfigura y entra en otra dimensión, ni viva ni muerta, pero es feliz ya que por fin va a estar junto a su amado; ese concepto de nueva existencia me parece sumamente poderoso.

También me gusta resignificar el duelo. Hace siete años murió una prima con la que yo me sentía muy identificado, ella era mi reflejo; y fue esa pérdida la que afloró en mí muchos sentimientos para encontrarme con la pintura, la música y la poesía. El dolor deviene cicatriz y replanteamiento de vida.

F: ¿Cómo manifiesta esa “liberación” a través del arte?

CM: Me encantan la pintura al óleo, la acuarela y el dibujo. Me gusta experimentar técnicas, creo que materiales como el sonido o la plástica, hablan por sí mismo a través de sus propias cualidades matéricas que a veces son cicatrices o texturas. Y son justamente esas cicatrices las que me permiten indagar la vida, solo hay que aguzar el ojo para notarlas y leerlas, y saber que la liberación se basa en encontrar significados propios que no tienen nada que ver con prejuicios o lo establecido, esto es hablar de cicatrización y de las texturas que nos marcan la piel, es celebrar la cicatriz.

“Las cicatrices son flexibilidad. Hago la analogía con una calle que en un principio está impoluta y plana pero con el tiempo va a pedir flexibilidad y va a generar una grieta en el pavimento porque la tierra siempre está en movimiento. Cuando esa grieta se genera habla de una necesidad de flexibilidad para adaptarse al medio. Para mí eso es una cicatriz, flexibilidad, adaptación y memoria”.

F: ¿Qué significa la belleza?

CM: La belleza no existe si no hay autenticidad. La belleza no es perfección. La autenticidad es la belleza, ver el objeto y la persona como son, con cicatrices e imperfecciones.

F: ¿Y el amor…?

CM: Es libertad. Querer y amar algo es de entrada saber que eso no te corresponde y no es de tu dominio. El saber amar esa belleza, de modo que me es extraña y ajena, es un sentimiento auténtico.

F: ¿Cuál es su mayor sueño?

CM: ¡Hacer una exposición de pinturas! Tengo dos parafinas que son mis favoritas, una se llama Ostinato, se trata de un corazón pintado sobre una parafina blanca; por el frente se le ven líneas muy tenues, y por el anverso se ve la forma del corazón de forma tenue. El resultado es la transparencia que nos habla de inmaterialidad, de las personas que ya no están.

Mi otra preferida se llama A la inmaterialidad, es una mano pequeña pintada en una parafina; el fallecimiento de mi prima y lo que me representó la muerte de ella es mi musa, ese sentimiento que habita en mí.

F: ¿Cuál es la obra más difícil que ha interpretado?

CM: El Concierto n° 2 para marimba de Živković me costó mucho interpretarlo, tanto que tuve que ponerme a estudiar sin violín, solo ritmo. ¡Imagínate cuadrar un rompecabezas en tu mente de piezas muy pequeñas! Lo interpreté en 2013 con la Orquesta Sinfónica de Antioquia.

F: ¿Cuál ha sido la situación más extraña en concierto?

CM: Tenía 16 años de edad y en un concierto en el Teatro Pablo Tobón Uribe, a última hora, me tocó hacer el rol de concertino, y aún más, tuve que hacer un solo para violín. ¡Fue algo muy abrumador!

Camilo vive sus semanas entre ensayos, conciertos y su ritual infaltable de la tarde, dormir. También ama ir al centro, siempre se inventa excusas para visitarlo; ama el cine de ciencia ficción y se declara fan del show de la Dany en la Plaza Botero, una artista de la calle, que mientras reorganiza los chécheres cuenta historias de amores trágicos y violentos, de familias disfuncionales y malandros, de sueños frustrados de fama y dinero, de cicatrices.

La música cumple sueños

Con instrumentos distintos, pero unidos por el mismo sueño, la música ha tocado las vidas de Mariana y Miguel Ángel, integrantes de la Orquesta Filarmónica Infantil y Juvenil de Urabá. Una agrupación que comenzó como un sueño y que se ha venido materializando gracias al talento de sus 62 estudiantes. En 2022, la orquesta realizó catorce presentaciones acompañando eventos de la región y veinte encuentros de ensamble.

Esta misión de acercar la música a todas las personas de la región es la que ha motivado a la Orquesta Filarmónica de Medellín entregarles una vida llena de esperanza a niños y jóvenes del Urabá antioqueño.

Sembrar la música con amor

Mariana Ayala, tiene 14 años, es la principal de segundos violines de la orquesta. Su voz expresa amor profundo por el violín más que por cualquier otra cosa en la vida, incluso anhela en el futuro ser música profesional y quizás tocar como solista en orquestas del mundo. Pero antes de materializar su sueño sabe que debe finalizar el colegio y graduarse. Mariana dice que sus materias favoritas son artística y pecuaria y agrícola, esta última porque ha tenido la oportunidad de sembrar plátano y banano, y explorar los tipos de ganado, que son herramientas necesarias para la vida y el trabajo en el campo.

La estudiante intercala sus clases del colegio con los ensayos de música, porque ambos son importantes en su vida, dice ella; practica su instrumento una hora diaria, con la misma disciplina con la que canta con frecuencia en la iglesia de su barrio. “Me gusta como suena el violín, me transmite tranquilidad. Con él puedo expresar sentimientos como cariño, amor, incluso la tristeza. Cuando he tenido la oportunidad de ser solista me dan muchos nervios, pero me hace feliz saber que el público puede sentir y escuchar la vida a través de mi instrumento”. Aunque le gusta ojear libros , prefiere leer sus partituras y es que su amor por la música llegó a los 8 años de edad, cuando un profesor visitó su colegio e invitó a varios estudiantes a tomar clases musicales gratis. “Allí aprendí flauta dulce, xilófono, metalófono e incluso pentagrama. También tuve la oportunidad de practicar corno francés y trompeta, pero toda mi atención y el corazón estaban en el violín”.

Mariana nacida en Chigorodó, fue acogida por la música desde antes de nacer porque Mercedes, su madre, la estimulaba con canciones románticas y clásicos universales.

Chigorodó, localizado en la subregión de Urabá, significa “Río de Guaduas” en lengua katía. Es un municipio caluroso, pero con grandes ríos frescos. A su lado se levanta la Serranía de Abibe, gran reserva hídrica de la subregión urabaense.

Un instrumento que brilla como el sol

“Si me preguntan cuál es mi juguete favorito, diré que la trompeta, porque con ella me divierto, descubro, toco y ensayo siempre”. Miguel Ángel Rengifo

La primera trompeta de la Orquesta Sinfónica de Urabá la lidera Miguel Ángel Rengifo de 14 años de edad; su vida en la música comenzó en 2019 con la percusión porque al principio no había instrumentos de viento metal; y es que esa familia de instrumentos le encanta por su fuerza y sonoridad e incluso porque dentro de la orquesta brilla como el sol, dice él, “si mi instrumento fuera un personaje sería alguien fuerte, elegante, hermoso, pero muy bulloso”. También le gustan mucho los pistones del instrumento porque se adaptan fácilmente a sus dedos.

Se considera un joven con mucha disciplina y sabe que debe practicar los diversos métodos de la trompeta por lo menos cuarentaicinco minutos cada día. “La música es un proyecto de vida. Desde pequeño me identifico con ella, recuerdo que en las fiestas familiares todos bailábamos al ritmo de la salsa y el merengue, y cantábamos rancheras”, expresa el trompetista.

Miguel, que nació en Apartadó, quiere ser músico profesional, pero también profesor de trompeta porque sueña que muchos jóvenes hagan de la música un propósito de vida. Actualmente cursa noveno grado y ama el español, sobre todo cuando practica ortografía y caligrafía, incluso recientemente encontró otra pasión: la lectura. Y aunque no le gustan los números , dice que su libro preferido es Malditas matemáticas de Carlo Frabetti. “…me gusta porque me explican los conceptos matemáticos de una forma más fácil, y, por otro lado, me parece una historia divertida en la que Alicia llega a un mundo de maravillas que le muestra la belleza de los números”.